Sin dudas se alcanzó un registro histórico de público en la última noche de la Fiesta Nacional de la Fruta Fina, y ésto, más allá de las distintas ofertas y atractivos programados, el gran movilizador fue sin dudas Rata Blanca. Esta maravillosa banda rockera ligada estrechamente con el metal y con la excelencia de su arte. La voz inconfundible e histórica de Adrian Barilari, irrumpió de golpe detrás de una enorme bandera negra con un talismán en el centro, que fue desapareciendo cuando cobró vida el sonido de la mejor guitarra rockera del país en las manos expertas de Walter Giardino, acompañados por Fernando Scarcella en batería, Guillermo Sánchez en bajo, y Danilo Moschen en teclados.
El sonido, las luces y la selección de un repertorio muy pulido y trabajado como sólo Giardino puede lograr, mostró a Rata Blanca más vigente que nunca.
Así es el metal. Un género con fortaleza y personalidad que en este país tiene en la cúspide y como referente a Rata Blanca, músicos formados en conservatorios, verdaderos intérpretes de música clásica que traducen esa selección de notas y escalas a este particular esquema metalero, narrando historias de duendes, hadas, reinos distantes, la vida, la muerte, la oscuridad y por sobre todo el renacer de una energía, que tiene al hombre peleando frente a la humanidad, pero que a pesar de todas las adversidades sus protagonistas salen adelante de la mano de fábulas y relatos sorprendentes.
En esta última noche, más allá de los “pogos” cercanos al escenario (círculo íntimo de los más fanáticos), se observaron miles de familias que disfrutaban cantando con Rata Blanca, dos generaciones que en distintas ocasiones quedaron relacionadas con el grupo a lo largo de su vasta trayectoria que supera dos décadas. Tal vez, eso aún tenga una justificada razón, dado que los “solos de guitarra” de Walter Giardino seguían motivando la admiración de los presentes.
La Banda toco más de dos horas sin pausa, manteniendo una comunicación especial con el público, digno de aquellos artistas que reconocen la importancia de los espectadores, integrándolos, haciéndolos saltar y por qué no, ensayando algún diálogo con la masa. En su momento Barilari, una voz potente les habló a los jóvenes en particular, diciendo con mucha simpatía que lo acompañaran a cantar, que no había que tener vergüenza ...y que sus comienzos como el de tantas otras personas, había sido cantando en la ducha….”y miren donde estoy” .
Una vez que tocaron el repertorio pautado, que incluía temas nuevos y de su historia, y ante la persistencia del público que no paraba de corearlos, regresaron para regalar un emocionante bis con Guerrero del Arco Iris, Mujer Amante, y La Leyenda del Hada y El Mago.
El sensacional cierre estuvo a cargo de la legendaria banda de rock Rata Blanca. Un recital de dos horas y media, donde los fans saltaron y cantaron con sus músicos favoritos.
Sin dudas se alcanzó un registro histórico de público en la última noche de la Fiesta
Nacional de la Fruta Fina, y ésto, más allá de las distintas ofertas y atractivos programados, el gran movilizador fue sin dudas Rata Blanca. Esta maravillosa banda rockera ligada estrechamente con el metal y con la excelencia de su arte. La voz inconfundible e histórica de Adrian Barilari, irrumpió de golpe detrás de una enorme bandera negra con un talismán en el centro, que fue desapareciendo cuando cobró vida el sonido de la mejor guitarra rockera del país en las manos expertas de Walter Giardino, acompañados por Fernando Scarcella en batería, Guillermo Sánchez en bajo, y Danilo Moschen en teclados.
El sonido, las luces y la selección de un repertorio muy pulido y trabajado como sólo Giardino puede lograr, mostró a Rata Blanca más vigente que nunca.
Así es el metal. Un género con fortaleza y personalidad que en este país tiene en la cúspide y como referente a Rata Blanca, músicos formados en conservatorios, verdaderos intérpretes de música clásica que traducen esa selección de notas y escalas a este particular esquema metalero, narrando historias de duendes, hadas, reinos distantes, la vida, la muerte, la oscuridad y por sobre todo el renacer de una energía, que tiene al hombre peleando frente a la humanidad, pero que a pesar de todas las adversidades sus protagonistas salen adelante de la mano de fábulas y relatos sorprendentes.
En esta última noche, más allá de los “pogos” cercanos al escenario (círculo íntimo de los más fanáticos), se observaron miles de familias que disfrutaban cantando con Rata Blanca, dos generaciones que en distintas ocasiones quedaron relacionadas con el grupo a lo largo de su vasta trayectoria que supera dos décadas. Tal vez, eso aún tenga una justificada razón, dado que los “solos de guitarra” de Walter Giardino seguían motivando la admiración de los presentes.
La Banda toco más de dos horas sin pausa, manteniendo una comunicación especial con el público, digno de aquellos artistas que reconocen la importancia de los espectadores, integrándolos, haciéndolos saltar y por qué no, ensayando algún diálogo con la masa. En su momento Barilari, una voz potente les habló a los jóvenes en particular, diciendo con mucha simpatía que lo acompañaran a cantar, que no había que tener vergüenza ...y que sus comienzos como el de tantas otras personas, había sido cantando en la ducha….”y miren donde estoy” .
Una vez que tocaron el repertorio pautado, que incluía temas nuevos y de su historia, y ante la persistencia del público que no paraba de corearlos, regresaron para regalar un emocionante bis con Guerrero del Arco Iris, Mujer Amante, y La Leyenda del Hada y El Mago.
